Pablo Heras-Casado, el granadino errante

Por intrépido y perfeccionista – ni qué decir del millaje acumulado en sus flamantes 34 años – Pablo Heras-Casado es un Indiana Jones de la dirección orquestal. No usa el látigo de aquel ni tampoco la tradicional batuta, no los necesita. Además, y toda con razón, detesta que lo encasillen o le argumenten aquello de  “El que mucho abarca poco aprieta” porque en su caso – la total excepción a la regla – no aplica.

En su intensa vida como historiador de arte, coreuta, cantante y  director, el polifacético maestro andaluz hace de todo y aparentemente, todo lo hace bien. Y para confirmarlo, en lo que podría ser el debut mas sensacional de la temporada, la New World Symphony presentará el próximo 14 de enero a este “granadino errante”, que como el “Holandés” de Wagner, donde recala, arrasa como tsunami. Casualidad, coincidencia, o quizás para reforzar esta suerte de “paradoja wagneriana” – PHC dialogó (*) desde Holanda sobre este momento tan especial al que se suma su debut consagratorio con la Filarmónica de Berlin, el Premio Rodriguez Acosta 2011 y el nombramiento como director titular de la Orquesta de St.Luke de New York.

¿Podríamos apodarte “El Granadino Errante”?
Totalmente, máxime si consideramos que desde hace siete meses no duro mas de cinco días en un sitio y que a veces me toca luchar con, digamos, “criaturas fantásticas”…

¿Te provoca vértigo esta ascensión meteórica o te sientes un surfista encaramado en una ola?
No hago surf pero imagino que ahí arriba se debe sentir lo mismo que estoy experimentando. Algo que, por otra parte, siempre busqué y en un sentido, creé. Tienes que estar dispuesto a estar ahí arriba. Podría tener una vida mas fácil, con un repertorio mas común pero, está en mí asumir riesgos. No me importa ni me asusta; además, llevo dirigiendo la mitad de mi vida y esa ascensión la veo como una progresión natural. Son diecisiete años sin pausa, de trabajo constante.

Primero fue el canto…
Si, fui niño soprano a los ocho años. Luego fui tenor, bajo y contratenor en el grupo de música antigua que formé y que tuve que disolver cuando empezó esta imparable seguidilla de viajes y compromisos.

 ¿Que te aportó la música antigua?
Me dio la polifonía, que es el ABC de la música. Está todo allí, desde el fraseo a la armonía. Incluso la anterior a Palestrina; la de la primera etapa, francesa y española, anterior a Flecha y del Encina, remontándonos a los siglos XIV y XV, la época del descubrimiento de América.

¿Eres un “todoterreno” remando contra la especialización o todo proviene del mismo lugar?
No se trata sólo de estudiar una partitura, sino de conocer los fundamentos de cada lenguaje, del contexto histórico de cada cultura sonora. Y a partir de allí crear un aprendizaje, como se dice ahora: “transversal”, enfocado y con ramificaciones hacia todos lados, preguntándose hacia donde va cada lenguaje y compositor. Cuando al final todo se integra, resulta obvio que todo parte de lo mismo, de un único impulso creador, de ahí que no hay esfuerzo, sino que  resulta natural ir de Bach a Schoenberg.

Erich Kleiber decía que los peores enemigos del arte eran la rutina y la improvisación…
¡Gran frase!. Cuando empecé en Granada, lo primero que me dijeron fue que hacía “demasiado” y luego, una expresión que odio, que tenía “suerte”. Comparto con Picasso aquello que decía sobre la musa de la inspiración “Se da la circunstancia que cada vez que llega la musa… me sorprende trabajando”. La musa llega cuando estás preparado y punto. Es un reto hacer mucho y tan diverso, debo estudiar intensa y constantemente para mantener el repertorio en forma, y mantener esta nutritiva dieta de 500 años de música. De hecho, en las últimas siete semanas hice siete programas diferentes con un setenta por ciento de repertorio que hacía por primera vez.

¿Cual sería la buena y la mala tradición?
Las tradiciones transmiten valores universales y no locales o engendrados por el capricho. Se han ido depurando y hay que pasarlas por el tamiz del sentido común. La “buena” determina un valor constante, la “mala” nos ata a épocas y sus supuestos valores; me refiero al error de “esto se hace así porque lo venimos haciendo así por los últimos treinta años”. Por ejemplo: no podemos ni debemos pretender que alguien cante como en la década del treinta porque mucho ha cambiado, hasta los teatros y las orquestas son diferentes.

¿Cómo se maneja la vertiginosa irrupción de medios actual?
Esta irrupción de los medios imprime una velocidad increíble, todo ocurre al minuto y es fantástica. La dimensión es global y en música tenemos que ser  conscientes de que podemos transmitir globalmente, lo que no resta profundidad sino que al proyectarse más, la exigencia es mayor. Tienes que estar preparado para comunicar socialmente porque “abrazas” a mas gente. El fenómeno no es nuevo, ya Verdi se preocupaba por los medios de su época y ni que decir Karajan…

¿Y tu reciente debut en su sacrosanto podio de la Filarmónica de Berlin?
La berlinesa es una orquesta con obsesión y pasión y la combinación de ambas por darlo todo y tocar bien. No esta aposentada en su trono sino que con cada ensayo empieza de nuevo, con las mismas ganas. Posee una cultura del sonido, por compartir y crear juntos y tiene una personalidad muy fuerte. Cuando tenía diez años supe de ella por una grabación de, casualmente, Karajan del Réquiem de Mozart pero nunca tuve conciencia de los grandes directores y orquestas, ni quise ser director por los referentes sino por la música en si misma que es lo que importa.

¿En que se diferencian las orquestas del ayer con las de hoy?
Registran una evolución normal porque la sociedad no es la misma, ha cambiado la relación entre  jefe y trabajadores, es mas abierta. En la era Toscanini o Furtwangler la gran orquesta del siglo XIX tenía apenas unas décadas, era muy joven. Evolucionó, se perfeccionó como estructura, grupo humano y a nivel sonoro. Hoy esa relación director-orquesta es mas orgánica, mas semejante a la vida misma.

¿Prefieres ensayar o el producto final?
Depende de la orquesta, algunas sienten “que lo saben todo”, a otras les aburre ensayar y luego se transforman, cobran vida durante el concierto; esto último me pasó con la del Marinsky en San Petersburgo. Otras prefieren ajustarse desde el vamos, desde los ensayos. Digamos que hay mujeres que son bellas arregladas y otras que con sólo entrar se roban todas las miradas.

¿Algunos te miran como “¿qué nos viene a enseñar este jovencito?”
Soy joven y lo asumo, la exigencia es mayor. Si abordas la pieza con un espíritu fresco, los músicos son muy receptivos, les gusta y acatan el desafío siempre que éste parta desde la humildad y sinceridad. No quieren ni rutina ni comodidad, las orquestas tienen un sexto sentido.

Eres un mago para programar tus conciertos; un aspecto vital al que no siempre se le da la importancia merecida y que es condimento secreto del éxito.
Es una tarea difícil y apasionante que no es tan importante para otros como para mí porque veo programas y fórmulas repetidas hasta la saciedad. Es cuestión de arriesgarse, de echar mano a una gran paleta de colores y materiales. Manejar muchas técnicas te da una visión espacial y colorística a la hora de combinar. Si puedo busco el hilo histórico – la opción menos interesante –  pero, prefiero combinar a la manera de una pintura abstracta, potenciar equilibrios, valores, armonías, proporciones, dimensiones… de manera que lo que en el papel a veces no se entiende funciona en la sala, la gente sale con una experiencia fantástica.

¿Podrías dar un ejemplo?
En Berlín empezamos con Las Hébridas de Mendelssohn, seguimos con Szymanoswki y Berio para finalizar con la Tercera [La Escocesa] de Mendelssohn. No hay relación temática aparente, sino una sucesión de buena música. Aquí en Holanda, programé la Sinfonía para instrumentos de vientos de Stravinsky, la de cámara de Shostakovich y la Quinta de Beethoven. La primera exhibe, obviamente, un gran grupo de vientos; la segunda, cuerdas y la tercera, los dos grupos. Las dos piezas del siglo XX tienen estéticas contrastantes con el destino y la muerte como presencias distantes o continuas: Stravinsky la compuso como epitafio a Debussy; es fúnebre, confesional y universal mas que religiosa mientras que  Shostakovich la creó en plena gran crisis, al borde del suicidio, citándose obsesivo. Y en la Quinta, como en aquellas, pese a su final triunfal, el destino es su componente trágico.

El programa de  Miami Beach puede darle un susto al público…
Yo lo diseñé, lo propuse y fue aceptado por la NWS. Son piezas contrastantes, diferentes y me encanta de por sí. Por ejemplo, de Claude Vivier tendremos una canción de cuna para un niño huérfano mientras Ligeti mostrará un momento teatral basado en El gran macabro, donde subyace una idea trágica desde una perspectiva hilarante, sarcástica y absurda. Es música genial.

Has dirigido, entre otras, notables Ifigenia y Mahagonny (ver reseña) ¿otras óperas en la mira?
Me encanta la ópera y pronto haré el Orfeo de Monteverdi. En la mira tengo Idomeneo, Don Giovanni, Otello, Macbeth, Don Carlo, Pelleas, Lady Macbeth de Mtsensk, Lulu, Wozzeck y claro, el Anillo wagneriano….una lista interminable.

¿A que atribuyes el florecimiento musical que se ha visto en España?
A vivir y crecer en un ambiente de absoluta normalidad. La generación anterior sufrió un atraso brutal, encerrada cultural e incluso físicamente por la dictadura, nada se libraba de pasar por la censura. Cuando el talento pudo florecer naturalmente ha pasado eso que dices. Y además, se debe nuestro espíritu emprendedor, hemos tenido que buscarnos la vida, con el ímpetu por salir fuera, formarnos y abrirnos camino.

 ¿Y cómo se forma al público?
Hay que ser consciente de que está ahí y querer comunicarle, presentándole opciones de la mejor manera posible, como si fuera una exposición de arte y con el mismo criterio, con el mismo cuidado. Se tiende a menospreciarlo, y a diferencia de lo que muchos piensan, el público está expectante por conocer otras cosas.

Nada menos que Pierre Boulez te premió en el concurso de Lucerna.
Soy afortunado de haberlo encontrado en mi camino y está siempre dispuesto a ayudarme. El próximo verano me ha invitado a dirigir la Academia del Festival. Es admirable, más todavía si se piensa que todavía estudia y dirige obras de compositores sesenta años mas jóvenes que él.

Y acabas de ser confirmado nuevo director de la Orquesta de St. Luke.
Una oportunidad fantástica, es la primera vez que soy titular de una orquesta internacional. Por los próximos cuatro años formaré parte de la vida artística neoyorquina a la cabeza de una orquesta fabulosa, versátil y poseedora de un sello de calidad altísimo.

¿De que te sientes mas orgulloso?

De sentirme igual que cuando empecé, como persona y como músico, con la misma ilusión, con la misma fortaleza e incluso inseguridades para tratar de mejorar lo que se deba, aunque ahora cuente con mayor experiencia. Y de mi familia. Tengo padre, madre y hermana, gente humilde muy trabajadora que me han legado los valores mas sólidos y sencillos y mucho, muchísimo cariño. Siempre que puedo voy a Granada, es mi centro emocional. Viajo veinte horas con tal de pasar un rato y ver la Alhambra desde mi casa, tomando anís con ellos y mis amigos y sin hacer absolutamente…nada?

© Sebastian Spreng

Sebastian Spreng, Knight Arts Org/Miami Clasica