El Cultural: Una Alhambra de color Eötvös

El Cultural

En menos de un mes, Péter Eötvös dirigió en el Teatro Real el concierto de clausura del curso de la Escuela Superior de Música Reina Sofía -la mía-, dirigió el concierto inaugural del Encuentro de Música y Academia de Santander y presenció en el Palacio de Carlos V de Granada el estreno de su Concierto para violín y orquesta núm. 3 «Alhambra», obra encargo del Festival de Música y Danza de Granada. Inmediatamente, se volvió a Santander para trabajar sus obras de cámara en calidad de compositor residente del Encuentro. Pocas semanas antes, había dirigido en el Auditorio Nacional otro estreno suyo, encargo del Plural Ensemble. Hemos tenido suerte de que Péter Eötvös, el compositor/director por excelencia, haya dedicado este mes a España. Por nacimiento y formación, Eötvös proviene del inagotable manantial de músicos que parece haber en Hungría (Liszt, Bartók, Kodály, Ligeti, Kurtág, Rados, los hermanos Fischer, Kocsis, Schiff…); por ejercicio, es heredero de Stockhausen en Colonia y de Boulez en París. Además, Eötvös esel operista del momento, con un catálogo de doce títulos que se suben con éxito a los escenarios más importantes.

Como Bartók, Eötvös está poseído de un nacionalismo abierto. Su amor no es por la nación, sino por las naciones, por todas. En política, donde nacionalismo significa viva lo mío (y no lo tuyo), este poliamor nacional sería un contrasentido, pero no en música,donde el disfrute de una bulería de Jerez no impide, sino favorece, el de una canción napolitana, un reel irlandés o una pieza de polifonía camerunesa. Bartók salía a recoger música a las aldeas húngaras, pero también alas rumanas, eslovacas, búlgaras, turcas y argelinas. Eötvös, igual: «Tras sumergirme en la cultura japonesa, francesa, alemana, inglesa y americana, y siendo húngaro, conocer este mundo fascinante ha sido una maravillosa oportunidad», dijo refiriéndose a Granada. Alhambra es un magnífico concierto para violín de quien ha compuesto ya tres, todos con historia detrás: el primero, Seven, lo escribió para los siete astronautas caídos con el Columbia; el segundo, DoReMi, para recordar lo primordial, el abecé de la música; y, este tercero, para celebrar la Alhambra y a los protagonistas de su estreno: la violinista Isabelle Faust y el director de orquesta y director del Festival, Pablo Heras-Casado, quien, por cierto, había estrenado también DoReMi con Midori y la Filarmónica de Los Ángeles.

El Concierto Alhambra está sembrado de claves ocultas a las que Eötvös, como tantos otros compositores, es aficionado. Lo primero que oímos es la nota «sol», que, en solfeo alemán se escribe «g» (de Granada). No tardan en aparecer, siguiendo la misma trasliteración, los nombres de «Heras-Casado», primero en las trompas y luego en un pasaje rítmico del violín, y de la «Alhambra», que está llena de letras «a» y, por lo tanto, de notas «la». Inmediatamente, una frase misteriosa del violín pronuncia la palabra «Isabelle»y, al poco, una resbaladiza tirada de glisandos reúne los nombres de ambos músicos. La obra es capicúa: termina como empezó, girando en torno a la «g» de Granada, aunque el último «sol»suena «sostenido», un poquito más agudo que el inicial, lo que sugiere progreso o ascensión. Me recuerda a otro concierto con solista,encargo igualmente del Festival de Granada: el Segundo para violonchelo de Cristóbal Halffter que estrenó Rostropovich hace 33 años en ese mismo Palacio de Carlos V. Aquello empezaba con un «si bemol» del solista y terminaba, media hora después, con un «si natural», también medio tono más arriba, símbolo de transfiguracón y trascendencia.

Pero estos son juegos de mesa que se juegan partitura en mano y no son necesarios para disfrutar la obra de un compositor entregado como pocos al sonido y sus sutilezas. Eötvös se dirige siempre al oído del espectador. En el estreno, disfrutamos enormemente del sonido de Isabelle Faust, exacto y cargado de sentido. Como es costumbre en Eötvös, el solista está casi siempre en primer plano mientras la orquesta encuentra huecos para reforzar su discurso, complementarlo o contradecirlo con una naturalidad que suena fácil y es dificilísima de conseguir. La orquesta brilla con los colores Eötvös, sobre todos los blancos plata del registro sobreagudo: percusión aguda (crótalos afinados, campanitas de diverso tipo, vibráfono y no uno ni dos, sino tres triángulos), celesta, notas agudas del arpa, flautines y silbidos de los violines tocando sonidos armónicos. A veces es la orquesta entera la que se instala ahí arriba, como nuestra vista cuando entramos en la Sala de los Abencerrajes. Muy por debajo, oímos también a los contrabajos, los vientos graves y las últimas notas del arpa. El menor peso de lo que ocurre en medio de esos dos extremos agudo y grave crea una fantástica oquedad y produce una sensación de volumen y amplitud, como cuando miramos al valle desde lo alto de una montaña. Eötvös tiene un talento especial para crear estos espacios sonoros que resultan expresivos en sí mismos. El violín solista patrulla ese aire con señorío de águila. A este compositor de ideas precisas como dardos le encanta hacer aparecer de cuando en cuando frases de afinación borrosa. En esta ocasión es el clarinete, con notas afinadas un cuarto de tono más arriba o más abajo de lo normal, el encargado de difuminar las líneas.Hay, además, una mandolinaafinada de manera que los miembros de cada par de cuerdas chocan y se niegan entre sí.

El estreno sonó una vez y media. El primer intento se frustró a los diez minutos, porque empezó a llover en la Alhambra. Pasada la nube, se tocó entero con muchísimo éxito. Antes, Pablo Heras y la Mahler Chamber habían interpretado Pulcinella de Stravinski y, después, el comienzo de El sombrero de tres picos de Falla, con proyecciones de Frederic Amat. No pudimos oír más que la fanfarria inicial, rápida y afilada, una muy bonita Casadita, casadita por parte de la soprano Carmeo Romeu y apenas danza y media, antes de que la lluvia nos mandara a todos a casa. No es bastante para hablar del Falla de Heras-Casado. Lo haremos otro día, cuando me haya hecho con el disco Pulcinella-Sombrero-Amor brujo que acaban de grabar estos mismos músicos.