El Mundo – Pablo Heras-Casado: “El festival de Granada no tiene nada que envidiar al de Salzburgo”

El Mundo

Cada verano, desde 1952, los palacios nazaríes y los jardines de la Alhambra acogen una nueva edición del Festival de Granada. Allí transcurren también algunos recuerdos de juventud de Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), el director español con mayor proyección internacional y, desde hace dos años, responsable de la programación del festival. Cuenta el maestro en su libro ‘A prueba de orquesta’ (Espasa) que, a falta de otros recursos para poder costearse una entrada a los conciertos del Palacio de Carlos V, su primer contacto con el certamen fue en calidad de voluntario, lo que en la práctica le permitía disfrutar de sus orquestas favoritas “de pie y sin asiento asignado”.

Ahora se le ha encomendado la misión de incorporar su ciudad natal al circuito de los grandes festivales europeos. “Me he propuesto recuperar la sensación patrimonial de la programación, de tal forma que los granadinos puedan sentirla tan suya como la propia Alhambra”, cuenta el director en uno de los patios de su casa de Granada, un antiguo ‘carmen’ en pleno corazón del Albaicín. “Pero de ninguna manera quiero que ese sentimiento de orgullo y pertenencia se manifieste de una manera egoísta y cerrada, sino a través de un espíritu universal que trascienda cualquier localismo”.

Lo que se ha venido en llamar la era-Heras quiere servir de señuelo a los melómanos europeos más exigentes. “Llevo más de dos décadas visitando las mejores salas de concierto del mundo y puedo asegurar que no hay nada comparable a la experiencia extraordinaria y sublime de escuchar un concierto en la Alhambra durante una noche de verano”. Ningún otro festival en el mundo, dice, goza de una idiosincrasia tan particular e irrepetible. “Granada no tiene nada que envidiar a Salzburgo. No hay más que ver la cara que ponen los artistas cuando vienen aquí por primera vez. Hace unos días, Thomas Hampson casi se desmaya al ver atardecer desde esta misma terraza…”.

Asegura el maestro y principal director invitado del Teatro Real que su labor como programador le ha retrotraído a sus orígenes musicales. “Empecé a dirigir coros con 16 años. Por entonces el poco dinero que ganaba dando clases de música lo invertía en hacer fotocopias de las partituras y en empapelar las calles de la ciudad con los carteles de mis conciertos”. Una vez más ha tenido que arremangarse y tirar de agenda. “En muy poco tiempo he conseguido involucrar a artistas, instituciones y medios de comunicación en un proyecto a la vez continuista y revolucionario, tan pendiente de la tradición como de los nuevos tiempos”.

El viernes pasado compareció en el podio frente de las huestes de la Orquesta de París para conmemorar el 150º aniversario de la desaparición de Berlioz. “Todo el mundo sabe que la ‘Sinfonía fantástica’ marcó un punto de inflexión en la historia de la música del siglo XIX”, asevera. “Su poderoso despliegue instrumental, sus melodías asimétricas y su complejo andamiaje armónico precipitaron una nueva forma de componer sobre la que Berlioz teorizaría más tarde en su Gran tratado sobre orquestación, que tuvo una gran impacto en Mussorgsky, Mahler, Richard Strauss y Rimsky-Korsakov”.

El título de su libro es un guiño a ‘Prova d’orchestra’, aquella delirante sátira felliniana en la que unos músicos se rebelan contra su director, al que terminan sustituyendo por un metrónomo gigante. “Conviene aclarar que ‘prova’ se traduce en realidad como ensayo, que es precisamente lo que no consiguen llevar a cabo los músicos de este experimento fílmico. Para mí la película de Fellini funciona como una potente metáfora de la autoridad mal entendida, la que durante décadas llevó a algunos directores a empuñar férreamente la batuta olvidando que la música ha de ser siempre comunicación y entendimiento”. Por eso él prefiere dirigir sin nada entre las manos. “La batuta es una convención académica, pero también una opción muy personal. Para quienes piensen que los directores que no la usamos estamos expuestos a un mayor riesgo de imprecisión, sepan que cuando Mozart dirigía sus óperas en Viena todavía no se había popularizado el palito de madera…”.

Además del tributo a Clara Schumann en el bicentenario de su nacimiento, la programación del estival ha prestado especial atención a la música creada por mujeres a lo largo de la historia: desde las revolucionarias ‘Sonatas’ de Elisabeth Jacquet de la Guerre y otras tres compositoras olvidadas del barroco (reivindicadas por la soprano y especialista Roberta Invernizzi) hasta los cuartetos de cuerda de Fanny Mendelssohn y Kaija Saariaho que desgranaron los integrantes del Meta4. “En la música, y en la vida en general, sobra un poquito de testosterona. Creo que están muy claros los valores y el tipo de energía que necesitamos en la sociedad. Y de verdad que no se explica la desproporcionada presencia de mujeres en la música clásica…”.

Aunque en los últimos años le han cortejado orquestas de todo el mundo, todavía no se siente preparado para dar el “sí, quiero” a una titularidad. “Mantengo una excelente relación con varios conjuntos de ambos lados del Atlántico, pero antes de dar ese paso tengo que asegurarme de que mi dedicación en exclusiva a un grupo de músicos se puede compaginar con el resto de conciertos, óperas y grabaciones de mi agenda. No tengo prisa, aunque mentiría si dijera que no me hace ilusión un proyecto de largo recorrido”.