Ópera Actual: Pablo Heras-Casado dirige ‘El anillo del Nibelungo’ en el Teatro Real

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Es el mayor reto al que se puede enfrentar un director en su carrera. Pablo Heras-Casado lo aborda desde esta temporada en el Teatro Real dirigiendo a partir del 17 de enero el prólogo, El oro del Rin, y las tres jornadas que le siguen a una por temporada hasta completar la magna obra de Wagner en el curso 2021-22.

Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), Premio ÓPERA ACTUAL 2014, siente que este era el momento adecuado para dirigirEl anillo del nibelungo, justo en el que considera puede ser el ecuador de su vida. “Ni antes, ni después, ahora, como me ocurrió cuando en diciembre de 2016 dirigí El Holandés errante”, señala a ÓPERA ACTUAL. Cree que no existe una experiencia similar a la de abordar la Tetralogía wagneriana. “No hay otra obra de la magnitud de El anillo; el conjunto de sinfonías de un compositor como Beethoven, Mahler o Bruckner no ha sido concebido como una unidad; son ciclos sinfónicos, pero no una sola obra como El anillo del nibelungo, que es una unidad artística de 17 horas que debes asimilar a todos los niveles. No hay otro reto semejante”, asegura. Y afirma: “El acercamiento y la preparación de una obra como esta ya me ha transformado, soy un músico diferente al que era hace un año”. El director granadino empezó la temporada dirigiendo una versión en concierto de Boris Godunov en el Concertgebouw de Ámsterdam y no ha aceptado ninguna otra producción lírica esta temporada para poder concentrase en El oro del Rin, que dirigirá a partir del 17 de enero en el Teatro Real. En septiembre debutó como escritor con su primer libro, A prueba de orquesta, en el cual explica qué hace un director de orquesta y qué significa la música para las personas, y el pasado 3 de diciembre fue distinguido como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés.

ÓPERA ACTUAL: Felicidades por la distinción. ¿Tanta música francesa dirige?

Pablo HERAS-CASADO: Gracias. Dirijo todo tipo de repertorios, pero de repente cuando te conceden una distinción como esta te das cuenta de que en realidad sí que he dirigido mucha música francesa. Llevo mucho tiempo en contacto con la música y la escena galas y estos últimos diez años en Francia han sido muy intensos.

Ó. A.: ¿Qué le gusta del repertorio musical del país vecino?

H.-C.: Me fascina su modernidad, el sentido de la belleza estética… Es muy sensorial y a la vez muy apolínea. Cualquier compositor, sea Debussy, Ravel, Fauré, Saint-Saëns, Duruflé, e incluso Berlioz, tienen un sentido melódico de una sencillez maravillosa, pero a la vez hay sofisticación, y eso es común en toda la música francesa, incluso en las obras barrocas de Rameau y Lully. Hay una línea, una elegancia muy simple, muy sencilla, que me atrae mucho. Esto también afecta al tratamiento armónico. En este sentido, existe una línea que se puede seguir desde el siglo XVIII hasta el XX. A finales del siglo XIX y principios del XX, la música francesa fue la que abrió las puertas a la modernidad y los grandes compositores, Debussy y Ravel prácticamente reinventaron la orquesta como instrumento, y el virtuosismo con el que fueron capaces de construir paletas de colores que nunca antes se habían oído y efectos sonoros, combinaciones instrumentales imposibles y milagrosas que me sorprenden y fascinan cada vez que dirijo este repertorio. De ópera francesa solo he dirigido la opereta de Offen-

bach La Périchole y la Carmen de Bizet, y me encantaría dirigir Pelleas et Mélisande, que me fascina, además deDialogues des carmélites y Les troyens.

Ó. A.: ¿Cómo de wagneriano es usted?

H.-C.: En este momento, cuando estoy sumergido enEl anillo del nibelungo, soy cien por cien wagneriano.

Ó. A.: ¿Qué está significando para usted dirigir la Tetralogía?

H.-C.: Es el sueño de cualquier director. Uno no se puede imaginar una gesta artística de mayor envergadura en todos los sentidos.El anillo del nibelungo es la culminación de la idea del Gesamtkunstwerk (la obra de arte total) y es algo fascinante y emocionante. Una obra como esta es inabarcable, inconmensurable y desde este punto de vista lo estoy viviendo. Y la abordo con la humildad y el compromiso de trabajar en todas las dimensiones posibles, no solo en la partitura, sino también en los niveles dramático y filosófico que tiene esta obra. Me supone la oportunidad de alcanzar el anhelo de sentirme también un artista total a través de esta música. Después de 22 años dirigiendo y de formarme en todos los ámbitos posibles, es una responsabilidad y una oportunidad extraordinaria.

Ó. A.: ¿Fue fácil decir que sí a El anillo del nibelungo o tuvo que pensárselo?

H.-C.: Creo que el mundo es de los atrevidos y si uno se lo piensa demasiado no lo acaba haciendo. En este caso dirigir laTetralogía estuvo desde el inicio en mis conversaciones con el Teatro Real y Joan Matabosch. Yo mismo puse sobre la mesa la idea pensando que no iba a ser de forma inmediata. De hecho, fue a raíz de que nos íbamos a embarcar en esta gran aventura que surgió la idea por parte del teatro de proponerme ser el principal director invitado. Me pareció fantástico, una manera de dar mayor solidez al proyecto, que aunque solo incluya una ópera por temporada supone una relación de compromiso por el nivel de exigencia de cada uno de los títulos que hemos estado haciendo. Para mí es importante crecer en este compromiso. En la vida hay que darle también recorrido a esas obras maestras. El anillo que dirija ahora no será el mismo que haré si lo dirijo dentro de veinte años. Es parte de nuestro recorrido vital como artistas.

Ó. A.: ¿Se ve con ánimos de abordar varios Anillos en su carrera?

H.-C.: Por supuesto. Hay un antes y un después de una experiencia como esta y espero poder vivir nuevas oportunidades de hacer laTetralogía. Por ahora esta cadencia de repartirla en cuatro temporadas es la ideal, pero si en el futuro se presenta la oportunidad de hacerla en una sola me gustaría experimentarla. Cuando he preparado la obra no he trabajado el prólogo y las jornadas por separado, trabajo El anillo del nibelungo de manera global. Lo concibo como una obra unitaria que dura 17 horas. Inicialmente pensé que podía ser un trabajo más aislado, cogiendo primero el prólogo y luego una a una las jornadas, pero desde el principio me di cuenta de que necesitaba tener la visión completa y era evidente que tenía que trabajar con toda la obra para poder abordar el prólogo.

Ó. A.: Mientras estudia y prepara la Tetralogía, ¿le resulta fácil sumergirse en otras obras?

H.-C.: El anillo del nibelungoes obsesivo, cuando entras te atrapa a todos los niveles, dramático y musical, y requiere mucho tiempo de tu vida. En los últimos meses he estado dirigiendo mucho repertorio en América y Europa y aunque en esta ocasión para la preparación de Wagner me ha costado un poco más, generalmente no me cuesta entrar y salir de una obra porque estoy entrenado. No construyo mis temporadas sobre la base de un repertorio; cada semana dirijo un programa nuevo desde hace muchos años. Cambio de repertorio constantemente y manejo a la vez muchos programas con repertorios diferentes en una misma temporada. Viajo con muchas partituras de estilos muy diversos que trabajo en paralelo, eso me ha dado una gran flexibilidad para simultanear múltiples repertorios.

Ó. A.: Tras El oro del Rin, ¿al dirigir el resto de jornadas de El anillo seguirá concentrándose en una sola producción por temporada hasta terminar el ciclo en el curso 2021-22?

H.-C.: No, la próxima temporada volveré a dirigir dos producciones:Die Walküre en febrero en el Teatro Real y Don Giovanni en la Staatsoper de Berlín. Y a partir de la temporada 2020-21 empezaré a trabajar regularmente en la Staatsoper de Viena, pero en cualquier caso será con repertorios muy distantes de Wagner.

Ó. A.: Para un director como usted, que el 70 por cien de su tiempo lo dedica a dirigir repertorio sinfónico, ¿le resulta Wagner más asequible dado que en su obra incluso el tratamiento vocal es de carácter instrumental?

H.-C.: Es esencial tener toda la experiencia en el repertorio sinfónico, no solo anterior y contemporáneo a Wagner, sino también posterior a él para poder asimilar la cantidad de información de su escritura orquestal y vocal, porque es una escritura sinfónica en todos los sentidos. Lo veo clarísimo y lo sentí de una manera potente cuando estudié y dirigíEl Holandés errante, que toda la música de Mendelssohn está muy presente en la de Wagner, como también la de Carl Maria von Weber y la de Schumann. Wagner está muy familiarizado con la estructura de concierto de estos compositores, con sus canciones, con la escritura vocal, con la música sinfónica. Hay que poseer este bagaje para poder abordar una obra como El anillo, en el que ese sentido sinfónico está más desarrollado.

Ó. A.: ¿Consultó con sus colegas que ya han dirigido El anillo antes empezar a estudiarlo?

H.-C.: No lo hago habitualmente, pero en este caso desde que empecé a dirigir Wagner conEl Holandés errantecontacté con Daniel Barenboim. Él fue quien me recomendó dirigir primero El Holandés antes que cualquier otra ópera de Wagner y me dijo que un buen paso siguiente sería El anillo haciéndolo en cuatro temporadas. Incidió en la importancia de conocer profundamente el texto con todo lo que afecta al color de la música y la coordinación con la orquesta. Y me señaló la necesidad de dosificar energías en todos los sentidos, las propias como director en obras que son tan largas, como las de la arquitectura y del arco dramático. Es algo que se aprende con el tiempo. Dirigir las grandes sinfonías de Bruckner y Mah­ler, aunque sea música posterior a la de Wagner, también ayuda a aprender a calcular y dosificar las energías dramáticas.

Ó. A.: ¿Qué ópera de Wagner le gustaría dirigir después de El anillo del nibelungo?

H.-C.: Me gustaría ir un poco hacia atrás y dirigirTannhäuser.

Ó. A.: ¿Por algún motivo en concreto?

H.-C.: Porque entreEl Holandés errante y El anillo del nibelungo hay dos óperas, Lohengrin y Tannhäuser, y esta es una obra que siempre me ha atraído mucho y me gustaría dirigirla. Como me ha pasado también con otros compositores, cuando has experimentado obras de madurez, parece interesante mirar hacia atrás porque ello te permite ver el germen de otras cosas. En el caso de Bruckner, Daniel Barenboim me dijo: “Nunca dirijas para empezar la primera, la segunda o la tercera sinfonía. Dirige siempre una sinfonía que tenga un estilo maduro y desarrollado, incluso dos sinfonías para tener una visión clara del estilo ya maduro del compositor, y luego ve hacia atrás y ya tendrás mucha información para abordar obras que en algunos casos tienen muchos interrogantes y mucha búsqueda”.

Ó. A.: En septiembre pasado publicó­ un libro, A prueba de orquesta. ¿De dónde sacó tiempo para escribirlo?

H.-C.: Viajando pasas mucho tiempo esperando en aeropuertos y de soledad en los hoteles que aprovecho para estudiar y trabajar, así que principalmente en esos espacios cuánto más haces, más capacidad tienes de asumir trabajo extra y combinarlo. Cuando la editorial Espasa me propuso escribir el libro lo vi con escepticismo, porque de dónde iba yo a sacar el tiempo y por qué me iba a poner a escribir, aunque lo llevara haciendo desde que tenía 17 años y escribía las notas de los programas de mano de los conciertos que hacía con mi primer conjunto musical en Granada. Me gusta escribir, pero se necesita tiempo. Lo que me proponía la editorial no era escribir un tratado para entendidos, ni unas memorias, sino algo que ayudara a comprender a todos los públicos qué hace un director de orquesta, cómo se llega ahí, cómo se vive la música, qué lugar ocupa en la vida de las personas, la importancia que tiene y hacerlo de una manera divulgativa. Eso es lo que me atrajo, porque era un canal alternativo al habitual de las grabaciones, los conciertos o las charlas para llegar al público. Me dieron margen para poder hacerlo a mi ritmo y a pesar de que me ha costado a veces concluir el proceso –porque era un reto combinar mi agenda de trabajo con el tiempo para escribir el libro– ha merecido la pena todo el esfuerzo y el proceso.

Ó. A.: ¿Hay algo de lo que cuenta en el libro que le sorprendiera mientras lo escribía?

H.-C.: Me sorprendió la gran cantidad de cosas que era capaz de hacer hace 20, 15 o 10 años. Algunas de esas cosas eran imposibles, pero al final mi tesón, mi trabajo y la negativa a aceptar cualquierno, las hacían posibles. Eso me ha sorprendido. Es bueno no solo mirar hacia adelante en una vida en la que uno siempre se está proyectado hacia lo siguiente, sino también echar la vista atrás para ver lo que has hecho, cómo fue el camino y las personas importantes que en él había.

Ó. A.: El ejercicio de escribir el libro le ha permitido repasar su vida. ¿Se siente satisfecho con lo que ha hecho hasta ahora como director?

H.-C.: Sí, sin lugar a dudas. Recuerdo siendo un chaval en Granada la impaciencia, pasión, trabajo y energía que invertía en mis coros y grupos de música antigua. Era un gozo vivir eso con tanta intensidad. Cuando fui a Francia como asistente en la Ópera de París ya fue formidable, y todo lo que ha llegado después ha sido un regalo, porque nunca me he movido ni he trabajado para cumplir sueños, sino para vivir el momento con la máxima intensidad y hacerlo lo mejor posible. Y sigo siendo ambicioso y después de este Anillo del nibelungo, que hay que hacerlo y acabarlo, pienso en el futuro y en las siguientes posibilidades. Si alguna vez puedo dirigir Wagner en Bayreuth sería un sueño cumplido, como lo sería también hacerlo nuevamente en cualquier otro templo de la lírica. No hay que dar nada por imposible, pero cada paso es el más importante que estás dando en ese momento.