El Mundo: Pablo Heras-Casado y Javier Perianes – la amistad de dos españoles en lo más alto de la música

“Podemos actuar juntos en el Carnegie Hall, en el Concertgebouw de Ámsterdam o con la Filarmónica de los Ángeles… y es como estar en el salón de casa”. A Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) y a Javier Perianes (Nerva, 1978) les unen muchas cosas. La primera, una amistad que está por encima de todo lo demás. Pero también unos orígenes parecidos, unas trayectorias también similares y, finalmente, un éxito internacional que les ha situado como embajadores españoles en la élite de la música mundial. Quizá por ello exista entre ambos esa conexión tan difícil de encontrar, “en la que te sientas a tocar y no hace falta diseñar estrategias ni casi hablar: la música fluye naturalmente. Y esa fluidez es la mejor cualidad que puedes encontrar en un músico. Es un regalo”.

Habla Heras-Casado y Perianes le devuelve luego el halago: “Pablo tiene un sentido enorme de la flexibilidad. Con eso, puedes hacer lo que quieras en música, porque sabes que te va a seguir. Y disfrutamos muchísimo”. Porque también está la dimensión personal. “Como compañero de gira, Javier es genial. Hay pocas personas que lo pasen tan bien y se rían tanto como nosotros cuando estamos juntos”, dice Heras-Casado. “La base de todo es el respeto y la admiración profundos que tenemos el uno por el otro. En el caso de Pablo, como director y también como humanista, por su capacidad para hacer un Monteverdi y luego saltar a Schumann”, afirma Perianes por su parte.

A pesar de esta amistad y admiración, Perianes y Heras-Casado tardaron en unir sus caminos profesionales. “Tuvieron que pasar 10 años hasta que llegamos a compartir escenario”, apunta el director granadino. “Desde entonces no hemos parado”. El último de sus proyectos en común es un disco dedicado a Béla Bartók (1881-1945), con el Concierto para orquesta y el Concierto para piano núm. 3, compuestos por el maestro húngaro al final de su vida. Grabado junto a la Filarmónica de Múnich, ha sido publicado por el sello Harmonia Mundi y ha propiciado una gira que les trae a España junto a la prestigiosa formación bávara en cinco conciertos desde este lunes, que actúan en el Palau de la Música de Barcelona. Este martes lo harán en el Auditorio Nacional de Madrid y, de ahí, pasarán al Festival de Canarias, con actuaciones en Fuerteventura (el jueves), Las Palmas de Gran Canaria (el viernes) y Santa Cruz de Tenerife (el sábado).

“Este es un disco muy interesante, con obras del último Bartók. De hecho, el Tercer concierto no llegó a terminarlo y le faltaron 17 compases”, apunta Perianes. Para Heras-Casado, “Bartók es una de las piezas clave en la historia de la música del siglo XX”. Y señala que, muchas veces, hay que hacer esfuerzos por reivindicar determinados compositores, “como Mendelssohn, cuando no debería ser así”. En el caso de Bartók, él está feliz por defender su lugar en el olimpo musical. Porque Bartók, “como ocurre con Falla y Stravinski, para moverse en la modernidad y en la vanguardia hundió sus raíces en el folclore y el primitivismo, al modo de un Paul Klee o un Picasso”. Todo ello, “con una sofisticación y un refinamiento, de estructura y armonía, enormes”. Para Heras-Casado, esto lo emparenta con otros compositores como Mozart, Verdi o Beethoven, “que han conectado tan bien con el público siendo tan radicales en su momento”. Y la conexión de Bartók viene de que, “al estar basada en el folclore, su vertiente rítmica es tan básica y humana, tan conectada con la música popular”.

Desde el punto de vista del piano, Perianes sostiene que estas piezas recogen las señas de identidad del compositor, “pero puestas al servicio de otra forma”, dado que, en el caso del Concierto para piano núm. 3, fue escrito para que lo interpretase su esposa, Ditta Pásztory. “Es un Bartók más tamizado por el tiempo, por su propia debilidad física y emocional. Pero sin hacernos olvidar que estamos ante uno de los grandes compositores para piano del pasado siglo”.

El diálogo salta de Pablo a Javier con la misma naturalidad de la que ellos hablan sobre su manera de hacer música. “No sólo compartimos orígenes sureños y hemos tenido unas trayectorias similares. En ambos casos, el arraigo familiar es muy similar, lo cual ha condicionado nuestra forma de ser personas y la manera que hemos hecho el camino”, apunta el director. “Hemos trabajado desde muy abajo y con mucha constancia. Cada paso, bien dado. Con ambición, pero con humildad. Por eso nos comprendemos tan bien”.

Es precisamente la conexión con las raíces lo que les ha permitido volar, subraya el director. “Yo tuve que dar el salto al extranjero porque no lo tenía tan fácil con las orquestas profesionales de España. No lo he hecho dolido, ni con frustración. Sencillamente, donde se pueda trabajar y hacer música, allí voy. Me fui fuera y ahora puedo compaginarlo con mi trabajo en España y estoy contentísimo”, relata.

“Yo me quedé en España y salté hacia fuera después. Cada uno hallamos nuestro camino y lo bonito es encontrarnos en él y hacer camino al andar”, apuntala Perianes.

Al final, coinciden ambos, es una cuestión de amor. “Igual que, en su momento, las obras de los compositores que han sobrevivido se apartaron del estilo de la época, yo se las quiero ofrecer de la manera más inmediata y fresca”, dice Heras-Casado. “Cuando algo está vibrante y recién tallado, el público lo percibe”. Mientras, Perianes intenta “interferir lo mínimo posible con el compositor. Sólo mi amor a la música. Como dice Alex Ross, ‘the rest is noise'”.

Darío Prieto, El Mundo