Un mes tras el telón con ‘El holandés errante’

El Independiente

Sumido en las deudas, el matrimonio Wagner abandonaba Riga de manera furtiva en 1839. El velero que lo transportaba desde Königsberg hasta Londres fue sorprendido por una violenta tempestad y arrojado contra las costas escandinavas. La fuerza de los truenos y los rugidos del mar hicieron evocar al compositor el espectro del marino condenado a navegar eternamente en busca de la salvación. Así nació El holandés errante, ópera que levanta el telón navideño del Teatro Real el 17 de diciembre con la dirección escénica de Àlex Ollé, escenografía de Alfons Flores y bajo la batuta de Pablo Heras Casado, que debuta con su primer Wagner. Se trata de la tercera producción de este título que se verá en el Teatro Real desde su reapertura. En 2003, la primera fue responsabilidad del tándem Barenboim-Kupfer; la segunda, en 2010, con Jesús López Cobos y Àlex Rigola.

El holandés errante surgió a partir de tres notas de una canción popular que el compositor alemán escuchó a los marineros del barco y que le dieron la primera idea. “No seré yo quien catalogue esta obra de menor, en ella están los apuntes de lo que más adelante fue Wagner. Quizá los que la califican así no saben tanto de música. Los músicos, los que nos dedicamos a esto, somos los que menos hablamos de música en este sentido. Atreverse a juzgar obras como maestras o menores es un poco osado. El holandés errante me parece una obra maestra que no tiene ningún descosido, no hace aguas por ningún sitio. Es una obra compacta, una declaración de intenciones de lo que Wagner va a producir”, confiesa Pablo Heras Casado el primer día de ensayo con la orquesta. El maestro defiende la sinrazón con la que se ha tratado esta obra a lo largo del tiempo. Compuesta entre 1839 y 1840, parece increíble que fuera escrita 20 años antes que la primera de Brahms, y por un joven que iba huyendo de un lado para otro.

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